lunes, 13 de octubre de 2014

Charlie at the gates of dawn

Amanezco.
Pienso en ti, doy vueltas en la cama. Sucede un milagro y me meto en la ducha. Me peino de veinte maneras diferentes y en ese breve momento me veo capaz incluso de llegar a gustarte. Salgo de la ducha. La esperanza se me olvida. Elijo la camisa menos arrugada del armario. Menciono algo sobre plancha, entre dientes. Abro el portátil y pincho heavy metal para vestirme y hacerme algo decente en el pelo. Bebo agua. Desayuno con la rubia. Es genial. No es tú. Ya no es tan genial. Se va a clase. Me vuelvo a mi cuarto y miro Twitter mientras pincho más heavy metal. Si quedase alguien en casa, me partiría la cabeza. Valdría la pena. Sigo mirando Twitter. Zorreo con las de siempre. Salgo de casa de una santa vez. Atravieso Lisburn Road ignorando las miradas de la gente en la calle. Esquivo de milagro los coches que entran al aparcamiento del Marks & Spencer despreciando la vida humana. La única diferencia es que yo no conduzco un puto todoterreno para ir a comprar el pan. Contra todo pronóstico, llego a la tienda. Saludo a Sonjia y a quién esté trabajando hoy. Ignoro a los clientes. Cuelgo la chaqueta, pongo agua a hervir y enciendo la plancha. Si tengo suerte, no tendré que soportar la basura de radio. Bebo té y plancho ropa. Converso con quien tenga alrededor. Si tengo confianza, no hablaré o diré burradas para agilizar el final de la conversación. Abro bolsas de ropa. Etiqueto ropa. Deshecho ropa. Salgo a la tienda. Ordeno ropa. Me pongo en el mostrador. Cobro ropa. Miro los libros. Me quedo los que me gustan. Ya los leeré en otra vida. Compro un dosel nuevo para la cama. El que tenía ya está amarillo. Este es verde, así que durará más. Pasan siete horas. Ha sido un día fácil y sólo me he acordado de ti dieciocho veces. Catorce de ellas para mal. Te odio. No quiero saber más de ti. Me despido de la gente por hoy y me voy al Marlborough Park a dar una vuelta. Hay parejas, niños y perros. Mierda. Vuelvo a pensar en ti. Me gustaría haber fumado para echar de menos algo que no seas tú, pero no tengo ningún sustitutivo. Me enchufo el Animals en el móvil con auriculares y sigo paseando por el parque. Todo es verde y negro. La música también es verde y negra. Susurro "all alooooooone, draaagged down by the stone" cuando es seguro hacerlo. Me acuerdo de tus ojos. Joder. Luego veo tus mofletes. Por ahí vienen tus ojos flotando. Esto no hay quién lo pare y me acuerdo de tu boca. A la mierda. Me voy a casa, saludo a la gente, cojo bolsas, me voy al Tesco a hacer la compra. Vuelvo con un pollo entero. Lo despiezo con saña y el calvo dice que debo de ser un experto. Los cojones. Adobo los pedazos y los congelo. Me gusta cortar cosas muertas para luego comérmelas. Quisiera que hicieses lo mismo conmigo, pero todo no puede ser. La gente del piso intenta darme conversación. Digo cosas al azar, no me entienden y fingen reírse. Todo normal. Subo a mi templo, pincho más heavy metal, miro Twitter y vuelvo a zorrear con las de siempre. Necesito un trago. Me siento tentado de mirar fotos tuyas. La mano derecha agarra el ratón. La mano izquierda le mete tal hostia que la deja colgando de un filamento. Esta vez gano yo. Pienso en hacer muchas cosas a la vez para distraerme. Leer, comer algo, masturbarme, escuchar más música, bajar a conversar con la gente, incluso ver alguna de las películas de mierda que ponen. Las buenas que tienen disponibles ya las he visto todas. Tal superioridad intelectual me concede poderes y vuelo por la habitación. Me acuerdo de tus tetas. Me caigo al suelo. A tomar por culo. Me acuerdo de tu coño y me lo como. Te como entera. Se me pasa el hambre. Tu ropa en un montón en la alfombra. Meo encima y le prendo fuego. Te ato a la cama, te beso, sorpresivamente me besas y eso no me lo esperaba, así que hago homenaje al poema de Boris Vian por aquello de "no quisiera morir antes de haber gastado su boca con mi boca, su cuerpo con mis manos, el resto con mis ojos", y ya no digo más (es mejor no ser irreverente). Y cuando llego a tu centro de azúcar hay un clímax. Todo se acaba. Me he puesto perdido y ya no estás en mi cama. Nunca has estado. Tengo que ir al baño. Llego como puedo a la puerta. De repente es de noche y no hay cojones a salir al pasillo. El pasillo es una película dirigida por David Lynch y Stanley Kubrick. La casa está construida sobre un cementerio indio. Asomo un ojo. Ahí están Freddy Krueger, la Reina Alien, la vieja de El Resplandor, el demonio Pazuzu de El Exorcista, la tribu de Holocausto Caníbal al completo, la escalera de Al final de la escalera, Simón de Canterville, Nosferatu versión Herzog, BOB de Twin Peaks, el Coco, el gato de Pet Sematary, Christopher Walken haciendo de sí mismo, Leatherface, Pennywise, los horrores cósmicos de H.P. Lovecraft, Guilty de Caballeros del Zodíaco and the raven nevermore. Su puta madre va a ir al baño. Cierro los ojos, tomo aire y corro. He llegado sano y salvo. Termino, salgo y en otra carrera estoy en mi cuarto. Cierro la puerta con cuatro pestillos como el tío Gilito haciendo de Scrooge en Cuento de Navidad. Me meto en la cama. Los oigo arañar la puerta. La madre que parió a Stephen King. Me tapo entero con la sábana e intento dormir. Tú, tú, tú. Que te jodan. Ese mantra se repite hasta que sale el sol. Blasfemo siete veces al cantar el gallo. No tenemos gallo. Si lo tuviéramos, ya no tendría que ir a comprar pollo en una semana. La rubia llama a mi puerta para desayunar. Tengo los ojos como alcachofas. Te maldigo y bajo a la cocina. Otra noche igual.

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