Rescato este artículo que publiqué en Cenizas de un mundo en enero de 2011 para los interesados.
Agonizando, erigiéndose una y otra vez por encima de sus posibilidades, la ficción nacionactual resurge heróicamente (y, buscando desesperadamente incrementar las audiencias, eróticamente) sin que nadie se lo haya pedido. Ese es el principal error de todo esto. Un planteamiento desactualizado, pensar que al público le sigue importando el asunto. Claro que le importa, pero a un sector característico. Aquel que compra libros en El Corte Inglés, asiste impertérrito a la última emisión del programa derritecerebros de turno, no se acerca a un cómic ni a tiros, aprende música gracias a la radio y tiene que esperar a que doblen las series para verlas. Desgraciadamente, muchas cosas. Desgraciadamente, es el sector más grande (ya se sabe lo del cántaro vacío, que es el que más suena). Es un círculo en el que se mueve demasiado dinero en comparación al escaso talento que se invierte (mirad tan solo el número de cineastas que están triunfando últimamente en el extranjero realizando cosas que aquí no se puede ni soñar), y el dinero vuelve a estar mal repartido (este discurso no necesita argumentaciones a estas alturas, porque asumo que recolectas un mínimo de información para entender las cosas que lees, y si no es así no te acerques no sea que contagies algo.) Al fin y al cabo, poco importa todo esto para la repercusión que va a tener. Sé de alguien que ha pasado los últimos diez años escribiendo cosas parecidas, cambiando de identidad, acumulando premios y su capacidad de repercusión sigue siendo nula (asumamos que un par de "Me gusta" y un comentario de contenido similar o menor no hacen un mínimo contabilizable de importancia), porque sólo hay una cosa mayor que la importancia de la ficción en la sociedad, y es la infinita capacidad de absorción de la inercia vital que nos rodea.
Ante todo eso, la única forma de experimentar algo de alivio, de sobrellevar las condiciones de idiotez autoimpuestas y no caer en ese abismo es entonar un sabio, épico y contumaz "Bah, que os jodan". Poco o nada sigue importando. Mientras las cosas existan por mera inercia, se perderá su sentido de la importancia. Acumularán alguna crítica puntual y se olvidarán, porque seguirán estando ahí para nadie. Esta es la verdadera realidad del universo. El aburrimiento vital, que se lleva por delante todo lo existente, sin saber de alineación, bueno o malo o cualquier otra distinción existente. Agujerea la memoria y el subconsciente por donde se cuela todo el espectro ficcional, minimizándolo, condenándolo al olvido y a la no-importancia. Esta es la última de las verdades cósmicas, el lugar donde acaba todo. ¿De qué sirve todo el esfuerzo? Constante exposición a la extinción de la intención, con lo que todo el espíritu que pueda tener una obra queda relegado no ya al intelecto, ni siquiera al interés, tan sólo a la leve probabilidad de que alguien se cruce en su camino y le preste atención. Ante esta mera ley estadística, el futuro de la civilización está condenado. Y seguimos buscando el refugio definitivo.
Hey, Aqualung...
Pero no era esto lo que quería decir. Volviendo, por ejemplo, a esa persona que tanto gana que he mencionado antes, esos premios no hacen sino demostrar su absoluto desconocimiento del mundo del teatro y el menor interés por solucionarlo. No son más que adaptaciones a dicho formato de historias que pasan por su mente con mucho componente de martirio, confesión y ficción autobiográfica. Y sobre todo, como le gustaría que fueran las cosas, exageradas, antiguas, atemporales, vistosas, oscuras, decadentes... como ya se ha dicho, ficción. La defensa de su existencia y la lucha por expandirla es el motivo por el que escribimos, y escribimos por ansiedad. Queda mejor llamarlo angustia existencial, y es verdad. Hay mil razones por las que uno escribe, y todas son válidas. Pero la angustia existencial la sentimos todos. Las demás (rabia, frustración, deseo, necesidad de contacto, necesidad de compasión, búsqueda, sensación de pérdida, sueños, mostrar admiración, dedicar cariño, recordar, superar, criticar, declarar la guerra, crear afinidad, egocentrismo, ansia de éxito, desahogos, hacer dinero, amor), todas se reducen a la propia expresión, y el objetivo final no es otro que la comprensión mutua con otras personas. No hay tal cosa de mayor importancia que esa en el mundo. Nos expresamos para conectarnos con otras personas y sufrimos porque no lo conseguimos, o porque no agradamos a las personas que deseamos y agradamos a las que no deseamos. Y nunca es suficiente, o no lo es por el tiempo necesario. Ese es el motivo de todo. Por eso nos abrimos blogs y escribimos lo que llevamos dentro, o lo que creemos que nos va a dar la mejor imagen para conocer a las personas -esperemos- más afines a nosotros o a como nos gustaría ser. Pero eso tampoco funciona, porque la afinidad inicial no pasa de ahí. En la vida real y aquí, estamos condenados a no encontrar a quien idealizamos e idealizar a quien encontremos que nos acepte, porque es mejor que nada. Conformarse y pensar que es lo mejor de lo que había. No. Es lo mejor a lo que podemos aspirar. Y al final, da lo mismo. Nadie puede calmar esa angustia ni impedirnos volver a la ficción como refugio contra el mundo real, porque eso es lo que es. Una evasión en la que nos llenamos la cabeza con cosas como justicia, intriga y relaciones como mayores problemas para evitarnos hacer frente ahí fuera a la necesidad de progresar en la vida, tener un coche, un trabajo, una posición social y demás principios de Maslow. Porque aquí duele menos hundirse. Esta incapacidad de influir agota. Pese a ello, creo que una obra de ficción ha cumplido con su cometido cuando personas que no tienen nada en común se reúnen en una terraza al sol con sus vasos y hablan de ella. Me gustaría conseguir eso. Y que sea importante para alguien. Después de todo, gustar es lo que perseguimos para saber que sienten por nosotros lo mismo que nosotros sentimos por las cosas que nos gustan.
Veneno para las hadas.
Imaginemos por un momento que Dios existe y es Amor. Que su majestuosa bondad y su misericordia nos acompañan y la vida no se extingue, sino que sobrevive varios miles de años hacia delante. Que el universo se inicializa, se extiende, se renueva, se fusiona, se finaldetemporadaliza y se añouniza infinitas veces hasta plantarse en un punto determinado en el futuro, y hemos sobrevivido. Se han perdido todas las formas clásicas de ficción, por fin, y no tenemos que preocuparnos más por preservarla. Se acabaron las diatribas y las separaciones. A millones de años luz, ya no cabe lamentarse por lo perdido, pues podemos alterar la velocidad con un pensamiento y rápido cada vez más rápido volar a recuperarlo sin detenerse y volver aquí a la mayor velocidad existentemuchomásdeloquepuedesimaginaryelrestodemundossevanacabandoanuestrovuelo y todo eso sin pisar el acelerador hasta que en un momento dado aterrizamos. Hemos volado muy lejos, a una atalaya bajo las estrellas desde donde se divisan las ruinas de un antiguo coliseo. Vacío, ¿y qué importa? Bajo este cielo negro, lleno de estrellas, bajo el que hemos nacido, compartimos el mismo destino. Exhaustos, lo contemplamos otra vez, donde se unen supernovas que se queman y galaxias que se hunden. Como un héroe, el neónico último letrero se acerca inexorable, "THE END". Demasiado envalentonado, demasiado pronto. Antes de que nos alcance, una flota estelar lo abate a tiros, lásers y cualquier parafernalia que sirva para reducirlo a cenizas, las cuales tardarán años en caer hasta nosotros, pero lo más probable es que sigamos aquí. Nos levantamos y saludamos. El eco de los aplausos milenarios, que aún reverbera en las ruinas después de tanto tiempo, nos despide hasta la próxima. El mundo se ha salvado una vez más. Al fin y al cabo, todo es susceptible de ser reinventado y ninguna base es inamovible para construir una narración, ya que según mis propios preceptos:
a) Cada átomo del Multiverso vive atrapado en el eterno retorno y forma un Uróboros interplanetario.
b) El bien y el mal existen y su lucha es la base de todas las historias, pero no existen de forma absoluta sino complementaria.
c) La imaginación y el romance son las herramientas de la creatividad. No podrás crear nada sin ellas. Y el romance es inherente y necesario para cualquiera. Para bien o para mal. Es imposible y poco recomendable vivir sin estar enamorado de algo.
d) Lo que no puede ser no puede ser y además es imposible.
e) Ficcionalmente hablando, el punto anterior es mentira.
f) Teniendo todo esto en cuenta y volviendo al principio de la crisis, el principio de no repercusión que obtienen las creaciones no tiene la menor importancia. Ese es el chiste final. El nombre del autor no importa. El sexo (o sexos) del autor no importan. Incendiar literariamente una institución (o todas) y que las mismas te lo premien, tampoco importa. Escribir sobre la decadencia y triunfar es gracioso de cojones, pero tampoco importa. Lo único que tal vez importe es que alguien se acuerde de todo eso miles de años después y se muera de risa. Eso, y las miradas desconcertadas del público del primer párrafo. Creativamente hablando, sería mejor que no existiese, pero si no, habría que inventarlo. Sin duda.
Per aspera ad astra.
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