miércoles, 9 de marzo de 2016

Para Danny Torrance, que todavía esplende

Bajo las cejas pobladas, los ojos lo miraban furiosamente con un resplandor de lunática astucia. — Pero ya lo encontraré, también. Está por ahí en alguna parte, en el sótano. Ya lo encontraré. Me prometieron que podía buscar todo lo que quisiera. — El mazo volvió a alzarse en el aire.  
—Claro que prometen —reconoció Danny—, pero mienten. 
"El Resplandor", Stephen King (1977)


Últimamente, desde que el rock es una broma, la literatura de más de 140 caracteres un coñazo y las relaciones cuestan trabajo para acabar invariablemente cuesta abajo, el cine es el único refugio que sigue manteniendo un nivel decente. Ahora, no esperes una revelación con cada película que te pongas a ver. Puedes ser muy exigente y fardar de paladar exquisito, pero si tu género favorito es el terror, vas a tener que tragar mucha broza, compañero. Haz hueco para un buen plato de croquetas.

El infalible arte de la croqueta

La buena croqueta cinéfila es aquella hecha de las sobras de los clásicos, para evocar su inimitable sabor dentro del relleno, y lo más importante, es la que consigue alimentar y calmar tu hambre. No es nada de lo que avergonzarse y puedes llegar muy lejos dedicándote sólo a empanar los platos de otros (y si no, mirad a Tarantino...) Los seguidores del cine de terror ya nos hemos acostumbrado a ésto. Un género del que se producen cientos de cintas cada año pero ninguna de ellas logra trascender. La aspiración no es otra que hacer números, no existe ninguna necesidad de producir una obra maestra. El envoltorio y un par de sustos realmente conseguidos deberían bastar. Realmente, de eso ha ido siempre...




Una de mis croquetas favoritas es Stoker (2013). Si bien es más un oscuro thriller que una película de terror, comparte todas las características. En principio era una oportunidad para ver a Chan-Wook Park, director de la legendaria Oldboy, en su primera incursión estadounidense. El resultado no esta mal, desde luego, pero, ¿cómo decirlo? Ya está todo muy visto. Coge al siniestro Tío Charlie de La sombra de una duda y al psicópata aficionado a las mujeres solteras con hijas jóvenes de La noche del cazador, dale un toque de modernidad, compón un elenco de actores conocidos y mézclalo con Lolita. Ya tienes tu thriller. En realidad, más que parecerse a cualquiera de los clásicos mencionados, tiene bastante de telefilme de Antena 3, eso sí, con un aspecto muy saludable. Sabe utilizar las ventajas de la modernidad para usar ciertos toques de pornografía legal de forma muy sutil. De esta forma, Stoker constituye una poderosa croqueta, impregnada de inconfundibles sabores con una argamasa poco trabajada pero eficaz. Una agradable sorpresa.

Menos condescendiente voy a ser con James Wan. Recientemente me he visto obligado a ver algunas de sus obras más conocidas. Insidious (2011), es uno de los éxitos más recientes del género, muy rentable en taquilla y en boca de muchos aficionados desde entonces. Es, en efecto, una película aterradora gracias a la técnica cinematográfica que Wan ha mamado desde siempre, de hecho, no deja de ser una revisión de Poltergeist y otras historias de casa encantada por demonios. Como en el anterior caso, la modernidad está al servicio del director-chef. Los sustos son más sustos, las cosas feas son más feas, el volumen está más alto... Y poco más, la verdad. 



La originalidad es nula, actores con carisma negativo, se suceden las trampas al argumento para meter sustos con calzador... y sí, como dije antes, la escuela cinematográfica del director es digna de remarcar, pero sus películas están dirigidas a un público que busca pegar botes en la butaca cada cinco minutos y no una buena pieza de cine. Esta es la tónica en Insidious y su lastimosa secuela, seguidas por la curiosa Expediente Warren (The Conjuring) y su spin off Annabelle. Sí, se hace algo más incómodo salir al pasillo sin encender las luces, pero no hay una historia que se quede en el recuerdo. Algo se perdió en los ochenta para no volver jamás.

Lo que fue olvidado

Afortunadamente, existen croquetas más arriesgadas y de cuidada mano de obra. Se las debemos a chefs creativos, más interesados en fabricar sus pequeñas piezas de autor que en el aspecto puramente alimenticio. Aquí destacan las recientes The Babadook (2014), It follows (2015) y la ya clásica Déjame entrar (2008). Sencillas recetas de buen cine de terror clásico con buenas interpretaciones y un director con libertad que supura cinefilia. Los sustos están al servicio de la historia, mucho más contenidos, sirviendo como vehículo para que la trama avance. Y un secreto, inalcanzable para muchos, es contar una historia de personajes, desgraciadamente probable y real. En The Babadook, el monstruo es la depresión que se apodera lentamente de la familia. En It Follows, la criatura que persigue a los protagonistas se puede interpretar como el estigma de las enfermedades venéreas, el sexo adolescente y el terrible paso a la madurez. En Déjame entrar... bueno, este cuento vampírico perdido en los pueblos de Suecia es una obra maestra y no puede descifrarse en una sola sentencia. 



 


Todas ellas tienen en común una cosa: querer contar algo y hacerlo bien, y ahí es donde fallan las croquetas. Se hunden en la necesidad, perpetrada por la industria y el público, de mostrar cada vez cosas más feas y música más alta. Las que peor se empeñan en hacértelo pasar son malas, tramposas, sin mérito ninguno. Nula imaginación, prohibido insinuar, totalmente hechas para los trailers y no al revés. Historias proforma típicas, poco interesantes y poco creíbles, de familias en casa encantada que son tan tontos que no se les ocurre mudarse de ciudad o adoptar hijos más normales. Y otra cosa... ya vale de figuras entre sombras y chirriantes violines. Queremos cabras, chivos y cuernos, no hombres maquillados. Sympathy for the devil. ¡Viva El día de la bestia! ¿Por qué nos privan de ese placer? 

Todo está en los libros

En fin, las croquetas saben bien el suspiro que duran en la boca y nunca han aspirado a nada más. El problema es que nos las sabemos de memoria y en cuanto se les ve el cartón perdemos el interés. No logran cautivarnos durante décadas. Carecen del soporte literario de las consideradas dos obras maestras del género, El exorcista y El resplandor, que se permiten el lujo de tener secuelas escritas años después. Legión (cuya adaptación cinematográfica corrió a cargo del mismo William Peter Blatty y se llamó El exorcista III) y Dr Sleep, que aun no tiene adaptación pero sabiendo como funciona el mundo, estará al caer. Distan mucho de la calidad de sus antedecesoras, pero con tan sólo una breve mención a sus terrores originales volvemos a sentir el gélido dedo de la muerte paseándose por la espalda. 

A King, que sigue siendo el rey, le basta describir a la nueva antagonista como "Queen Bitch of Castle Hell." ¿Se puede trazar mejor a un malo en cinco palabras? Blatty (que no es King, pero tampoco es manco), vuelve al mismo caso de exorcismo para darle otra vuelta de tuerca y poner punto y final a la historia de sus personajes. Pasan las décadas y el coco sigue estando en casa, en el viento que se cuela por la ventana, en las profundidades de un hotel erigido en las Rocosas, en una estatua de pene bulboso recortada ante el sol rojo del atardecer en Irak, un baile de máscaras que quieren tenerte con ellos para siempre, una niña poseída. un padre violento, madres de un infinito amor misericordioso que luchan contra la bestia, cocineros y curas reventados a hostias y un niño que todo lo ve. Danny Torrance aún esplende.


(c) Laurie Lipton

1 comentario:

  1. Genial entradilla.
    Me gustan las croquetas y me gustan las de Tarantino, pero no estas. ¿Por qué? Ya lo dices en tu artículo.

    Uno sabe cuál es la quemada, cuál es la que tiene buena cara y luego decepciona una vez que le has hincado el diente (esto pasa con casi todas, pero de las que tienen buena cara pues dices: "joder...", aunque es más una manera de hablar porque joder no jode, ya que como ya también has dicho están para lo que están y no aspiran a nada más), dónde te vas a encontrar la espina, etc.

    No he visto Stoker, no he visto Insidious, etc. He visto los dos clásicos que nombras.
    Su objetivo es hacer números y me parece bien, pero no los van a hacer a mi costa. Jamás voy al cine a ver una película de terror.

    No porque lo vea mal, como muchos puristas. No todo puede ser una obra maestra ni tener un propósito elevado y trascendente. Hay cosas -y gente- que están para pasar un rato agradable, o no, liviano, sin más pretensiones. Uno, a veces, quiere beber por beber un brebaje que luego no paladearía en casa, leer algo que no te va aportar más que ese rato de fácil lectura y luego no pondrías en estantería de moderno en el salón, follar por el simple hecho de hacerlo sin más con alguien que probablemente no vas a volver a llamar y ver una peli casi más por aprovechar el Yomvi y las palomitas. No pasa nada.

    Buen artículo. Me ha gustado sin gustarme las películas de terror, así que te felicito.
    A ver para cuando de algo que me guste.

    - L.

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