Rebuscando artículos antiguos, me encontré con este texto publicado una semana antes del final de la serie. Una vez fue emitido, no veo razón alguna para modificar lo escrito, ya que cualquiera que lo haya visto coincidirá en que no hay nada que decir:
Fue la primera serie de TV que descargué de Internet, antes incluso que Twin Peaks, y muchos sabéis lo que significa eso para mí. Después vendrían todas las demás, muchas de ellas mejores, pero para mí siempre fue la primera. Era 2008, con lo que el recuerdo de la serie tiene inevitables vínculos sentimentales. Por entonces, la serie tenía dos magníficas temporadas, tremendamente adictivas y con un personaje principal muy bien construido e interpretado, en cuya compleja personalidad se escarbaba capítulo a capítulo entre asesinatos y problemas de familia.
La fórmula de la serie de Showtime ya era por entonces la de hacer temporadas autoconclusivas con un tema central que hiciese evolucionar a Dexter, un ente vacío, hacia una humanidad con la que sobrellevar su papel de marido, hermano y miembro de una comunidad ante la que siempre se ha disfrazado. En estas dos temporadas lo consigue, más o menos, además de librarse de su mayor perseguidor y la única persona que ha estado a punto de desenmascararlo. Y el hecho de hacer una segunda temporada tan épica y redonda fue el principio del fin.
Ese mismo otoño, la tercera temporada nos contó la visión de Dexter de la amistad. Una tanda de capítulos más relajados y a decir verdad menos impactantes, con un jefe final bastante flojo. Pero un paso coherente dentro de la lógica establecida. Había que respirar después de la segunda.
Y llegó la cuarta, para muchos la mejor de todas, y sin duda la que tiene el final más impactante y duro de la serie. El rival de turno demostraba tener muchos más recursos de lo que Dex había imaginado, además de ser un incomparable personaje que nos dio cantidad de momentos para el recuerdo y una agónica tanda de capítulos finales. Recuerdo perfectamente pasar la noche del domingo al lunes viéndola, esperar a la descarga del por entonces recién emitido 4x11 ("Hello, Dexter Morgan", escalofriante saludo) e ir a clase con los ojos inyectados en sangre.
Y ese fue el salto de tiburón para Dexter, una serie de estructura sencilla pero de nivel notable que tuvo la mala suerte de caer en una cadena poco acostumbrada a realizar propuestas de éxito y calidad a la vez. Y Showtime no iba a matar a su gallina de los huevos de oro. En vez de cerrar con una gran temporada final, donde los personajes que rodean a nuestro asesino hicieran honor a su profesión e investigasen alguna de las infinitas cosas que chirrían, decidieron alargarlo cuatro temporadas más.
Y esto han sido los siguientes cuatro años. La repetición de la fórmula con tramas aburridas, con graves insultos a la coherencia y a la atención del espectador, con personajes anodinos por parte de actores que saben que lo que interpretan es basura, con millones de situaciones que se resuelven con magia que provocan no pocas carcajadas. Para ser justos, ha habido personajes que han estado a punto de acertar en sus investigaciones. Pero en el último momento son víctimas del arma más mortífera del guión: se vuelven gilipollas. Todo para "que todo cambie para que todo siga igual" una temporada más.
Tramas que no llevan a ningún lado. Situaciones ridículas y sonrojantes. Personajes increíbles (y no en el buen sentido). Esto nos ha dado Showtime los últimos cuatro años. La serie termina la semana que viene y nadie tiene el menor interés en saber el final, porque no se han dignado a hacernos creer que hay alguno.
Espero que Michael C. Hall tenga una oferta interesante a nivel artístico en la que trabajar, ya que un actor de su calibre no puede seguir perdiendo el tiempo de esta forma. Lleva cuatro años con el piloto automático y leer los guiones tiene que ser una depresión para él.
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