Hay un café junto a la ría que lleva el nombre de Kubrick. Mientras tanto, Casanova escribe un poema dedicado al Tarkus de Emerson, Lake & Palmer. En algunas traducciones antiguas se traducen los nombres de los grupos; así descubrí a "El Aeroplano Jefferson", pero Casanova va varios años por delante y es devoto de Pink Floyd antes de que lancen The Dark Side of The Moon, acaso la cosa redonda más perfecta que se ha hecho nunca. Tampoco llegó a enterarse nunca del asesinato de Lennon, ni del punk, ni de los años 80 en España. Se le conocen, eso sí, un viaje familiar por Bilbao, Madrid y Barcelona, y otro a París, que acaban con la maleta llena de vinilos. Procura publicar y ganar todos los certámenes que se pueden ganar en Tenerife, donde el personaje Vorace afirma tener una casa junto al mar hacia el final de la novela. C. y yo vivimos en el ático de esa casa, observando sus últimos días, que son los primeros nuestros. Como fantasmas que lo acosan, estoy ahora seguro de que algunos de sus poemas son sobre nosotros, pues nos ha percibido alrededor. Creo que sabe que conocemos su fatal destino, y así lo hace entrever en los escritos, y esto justifica el desenlace de la novela. Vorace, inmortal para siempre, buscando la muerte de todas las formas posibles sin conseguirlo, organiza una fiesta de disfraces para todos sus amigos con la respetable intención de prender fuego a la casa. Tan sólo falta el reloj de Poébano. En los confusos capítulos finales, su cabeza se desgaja y es arrojada al mar convertida en una centella. Un relato de Maupassant termina con el protagonista desgajando su propia cabeza de su cuerpo durante su misa funeral, cayendo a dentelladas sobre el cura. Maupassant también escribió el aterrador relato sobre presencias malignas en casas que llamamos "El Horla". Creo que C. y yo hemos sido el Horla para Casanova/Vorace y él nos prendió fuego en venganza. Y basta cogernos de la mano para comprobar que no se ha extinguido.
Al atardecer entrelazo la mano de C. justo antes, o después del beso. Quizá durante, con este monstruo ya no caben medidas porque el tiempo se le ha enroscado a la cola y el Uróboros que late en mí sólo quiere mordérsela. Miro a C., le miro la mano y se le transparenta un poema. Se lo leo en voz alta, pues no es otro que "Conversación":
No quisiera ponerte nerviosa.
Es la primera vez que algo
nos va a separar,
porque es la primera vez
que te produciré auténtico
miedo.
Así que empiezo otra vez:
quiero ponerte nerviosa,
quiero que tiembles
y quiero que aprendas
a hacerme temblar.
(...)Fíjate en que esto ya no es un poema,
que yo no soy el mismo para ti
desde que empezó este diálogo.
Más adelante me reanudaré la corbata escribiendo ésto, aburrido y absurdamente atrapado a la razón de cierto empleo tiránico que adoro aborrecer. Casanova nunca tuvo que emplearse, nunca tuvo que reajustarse la corbata ni reventarse los nudillos en otra cosa que no fuera papel, nunca fingió pillarse la mano con la puerta para no ir a trabajar, jamás necesitó un día libre y no tuvo que infiltrarse en la oscuridad de la cocina para una merecida cena de medianoche al acabar el turno. De lo que supo es de enmascarar confesiones, cuya fórmula no pocos adoptamos, recuérdense los poemas en lengua extranjera dedicados a C. que publico sin parar sólo para captar su atención. Cuando Vorace alardea de ímpetu físico, su amante en la ficción ilustra sus encuentros sobre lienzo y carboncillo. En el cuerpo de C. escribiría todas las palabras que conozco ahora y me quedaría corto; Casanova nunca se queda corto cuando escribe poesía. Coge las palabras, les mete el lápiz por el cinturón y las levanta para mirarlas mientras patalean indefensas. En el aire les da vueltas, las estira para ver hasta dónde pueden llegar y sólo cuando han mutado en otra cosa las deja caer de nuevo al folio. Algunos tenemos que conformarnos con las salpicaduras que caen fuera de la mesa y trabajar con eso. Bueno, no en todo íbamos a perder. Casanova menciona varias veces su deseo de retirarse en las Orkneys de Escocia. Con el nuevo contrato literario de C. y el que me conseguirá, estamos más cerca que él. A pesar de todo.
C. y yo podríamos seguir hablando de la muerte, de la literatura, de la juventud que se desboca y se vacía antes de dejar de existir, pero es el tema más trillado que se me ocurre y tenemos muchos lugares por visitar aquí en 1974. Admiro a Casanova hoy más que nunca por no haberse creído en ningún momento que su sombra iba a ser mucho más alargada de lo que fue en vida, y bien está que esa sombra siga bajo el agua sin aparecer en las discusiones cotidianas del futuro donde venimos y al que no pensamos volver. Quedáos con vuestras redes sociales que nosotros seguiremos tejiendo nuestras redes en el acantilado de la casa junto al mar que Vorace jamás consiguió quemar, mientras nos sacudimos mutuamente la ceniza del hombro y pescamos desde el ático, nos clavamos las uñas y nos vamos al sofá durante noches enteras de adoración y dolor. Refundaremos Equipo Hovno, el proyecto juvenil de Casanova y amigos que satirizó tanta prensa tinerfeña en su día, y seguiremos la publicación donde la dejaron. Inventaremos palabras y poemas, nos impetuaremos físicamente hasta la extenuación y nos tatuaremos nuestros nombres alterados por nuevos caractéres. Y nos juraremos promesas bajo el sol donde los setenta nunca terminan, y releeremos sus diarios cuyas notas suelen acabar con "AAAAH COÑO!!!" y las nuestras también y forjaremos nuestra propia obra para que cuando nos leáis desde vuestro aburrido 2017 nos engrandezcáis como a leyendas, que es lo que seremos, porque es lo único que sabéis hacer. Censuromocionadme la boca si alguna vez me la véis lejos de C. porque será la única oportunidad que tendréis.
"AAAAH COÑO!!!!"
F.F. Casanova (1956-1976)
A Fernando Aramburu y Francisco Javier Irazoki, y a la editorial Demipage, gracias por haber publicado esta necesaria antología.
A C. como siempre desde hace poco y espero que para mucho.
Y a Félix Francisco, claramente.